Desde los comienzos de la humanidad, el huevo fue sinónimo de fertilidad, esperanza y renacimiento. El huevo adquirió importancia dentro de la mitología egipcia cuando el ave fénix se quemó en su nido y volvió a renacer más tarde a partir del huevo que había creado en un principio. También los hindúes sostenían que el mundo había nacido de un huevo. Una forma perfecta que contiene una nueva vida. | ||
Más tarde, el cristianismo tomó el simbolismo vinculado al huevo como símbolo de vida y resurrección, volviéndolo a conectar con el significado mismo de la fiesta sagrada de la Pascua, en la que se celebra la Resurrección de Jesucristo y se renueva la esperanza de la vida eterna en el Cielo. El huevo encarna una nueva vida dentro de sí mismo, así como el sepulcro, concretamente vacío, en realidad representa la posibilidad de una resurrección después de la muerte, hacia la otra vida. |
Existe una popular leyenda que cuenta que un conejo estuvo presente cuando enterraron a Jesucristo en el sepulcro. Confundido y curioso por lo que estaba sucediendo, decidió quedarse en los alrededores para averiguar quién era ese hombre al que tanta gente quería. Su espera dio frutos, pues el conejo fue testigo de la resurrección de Cristo.
El conejo sabía que tenía que avisar a todos lo que estaba ocurriendo... | ||
Se le ocurrió que lo mejor sería pintar un huevo contando lo que había visto. Estaba seguro de que así, todos los que antes lloraban la muerte de Jesús, ahora estarían mucho más contento. ¡Y así fue! A partir de entonces, el conejo lleva huevos pintados a todas las casas para recordarnos que Jesús resucitó. Esta leyenda ha dado paso a la costumbre actual en la que los padres esconden los huevos de chocolate por el jardín o la casa y los niños van a buscarlos el domingo de Pascua. |
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